Más de 4 millones de personas que huyeron de la guerra en Sudán enfrentan una crisis alimentaria severa en países vecinos como Egipto, Chad, Libia, Etiopía, Uganda y la República Centroafricana, según alertó el Programa Mundial de Alimentos (PMA) este lunes 1 de julio de 2025. La reducción de fondos para asistencia humanitaria, sumada a los recursos limitados en las naciones receptoras, está dejando a miles de familias sin acceso a alimentos básicos y expuestas a condiciones extremas de vulnerabilidad.
4 millones de refugiados sudaneses enfrentan otra crisis
Millones de personas que huyen del conflicto en Sudán se encuentran con otra amenaza igualmente letal: La desnutrición. Los países receptores, ya golpeados por la inseguridad alimentaria, luchan por brindar ayuda mientras los fondos internacionales disminuyen.
La inseguridad alimentaria no se limita a los campos de refugiados. Dentro de Sudán, especialmente en regiones como El Fasher, en Darfur del Norte, se han registrado altas tasas de desnutrición aguda. De acuerdo con la Red de Médicos de Sudán, al menos 239 niños han fallecido en los últimos seis meses debido a la falta de alimentos y medicamentos, agravada por los bombardeos contra centros de almacenamiento y distribución de ayuda humanitaria.
Este escenario revela una de las caras más dolorosas del conflicto: el impacto directo sobre la niñez y las poblaciones vulnerables, quienes no solo están atrapadas en medio de los enfrentamientos, sino que carecen de lo más básico para sobrevivir.
Un conflicto prolongado que empuja a millones al exilio
Desde abril de 2023, Sudán vive una de las peores crisis humanitarias del mundo. El enfrentamiento entre el ejército sudanés y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) ha desencadenado una guerra civil que ya ha cobrado la vida de aproximadamente 40,000 personas y ha obligado a casi 13 millones a abandonar sus hogares, según estimaciones de agencias de la ONU.

Este conflicto no solo ha devastado a la población dentro del país, sino que ha generado una ola masiva de refugiados que cruzan las fronteras en busca de protección, salud y alimentos. Sin embargo, al llegar a otros países, estas personas se enfrentan a nuevas barreras: Recursos limitados, sistemas colapsados y falta de apoyo internacional sostenido.
Países vecinos al límite de sus capacidades
Según el Programa Mundial de Alimentos (PMA), más de 4 millones de sudaneses refugiados en Egipto, Chad, Libia, Etiopía, Uganda y República Centroafricana se encuentran en situación crítica. Estos países ya enfrentaban condiciones económicas complejas y altas tasas de inseguridad alimentaria antes del conflicto en Sudán. Ahora, con el flujo constante de desplazados, los sistemas humanitarios están sobrecargados.
La reducción progresiva de los fondos para asistencia alimentaria pone en riesgo a comunidades que dependen de la ayuda para sobrevivir. El coordinador de emergencias del PMA para la región, Shaun Hughes, expresó que la asistencia alimentaria es el único sostén para miles de familias desplazadas, quienes no cuentan con redes de apoyo ni recursos propios en los territorios a los que llegan.
Obstáculos al acceso humanitario: Violencia, bloqueos y recortes presupuestarios
La violencia continua y la falta de acceso seguro a zonas afectadas han dificultado severamente la entrega de ayuda humanitaria. A pesar de los llamados de la ONU para establecer treguas temporales que permitan distribuir alimentos, los combates persisten en ciudades clave como El Fasher. El Comité de Resistencia local reportó ataques con artillería pesada contra zonas residenciales y mercados por varios días consecutivos, lo que ha resultado en la muerte de civiles y el deterioro acelerado de las condiciones de vida.
Además, organizaciones como el Comité Internacional de Rescate han alertado sobre el cierre de al menos 90 cocinas comunitarias en Jartum, afectando a más de medio millón de personas. Parte de esta situación se debe a la reducción de fondos internacionales, incluidos los recortes a la Agencia de EE.UU. para el Desarrollo Internacional (USAID), lo que ha dejado a numerosas iniciativas sin posibilidad de operar.
No podemos normalizar el sufrimiento: El silencio también mata
La situación en Sudán y en sus países vecinos no puede seguir siendo ignorada. No es solo una guerra más en África; es una catástrofe humanitaria sin precedentes, con efectos devastadores dentro y fuera de sus fronteras. Invisibilizar esta crisis es perpetuar una lógica de desigualdad global, en la que ciertas vidas parecen importar menos.
Desde el periodismo, las organizaciones civiles, los gobiernos y los organismos multilaterales, es fundamental romper el silencio, visibilizar las voces de quienes sufren y exigir acciones concretas que garanticen el derecho a la vida, la alimentación y el refugio seguro.
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