Trípoli vivió una nueva jornada de violencia entre milicias rivales la noche del lunes 12 de mayo de 2025. Los enfrentamientos estallaron en los suburbios del sur de la capital libia, cuando unidades de milicias locales se enfrentaron a fuerzas procedentes de Misrata, ubicada a unos 200 kilómetros al este. El episodio desató pánico entre los habitantes y obligó al Gobierno de Unidad Nacional (GUN), con sede en Trípoli, a emitir una advertencia urgente, solicitando a los ciudadanos no salir de sus casas por motivos de seguridad.
Una capital bajo fuego: tiroteos y explosiones
Varias zonas de la ciudad registraron explosiones intermitentes y disparos automáticos a partir de las 21:00 horas (19:00 GMT), según reportes de medios locales y corresponsales internacionales. Aunque no se han confirmado víctimas ni heridos, el nivel de violencia vuelve a poner en evidencia la fragilidad del orden institucional en Libia, así como la escasa información oficial disponible

Los enfrentamientos se concentraron principalmente en los distritos del sur, zonas estratégicas por su cercanía a rutas clave de acceso a la capital. La falta de un parte oficial sobre el origen preciso de los combates ha incrementado la incertidumbre.
Choques entre milicias de Trípoli y combatientes de Misrata
Según fuentes de seguridad y periodistas en terreno, los choques ocurrieron entre milicias radicadas en Trípoli, que responden a diversas facciones aliadas al GUN, y combatientes armados de la ciudad de Misrata, un bastión militar y político clave desde la caída del régimen de Muammar al-Gaddafi en 2011.
Este patrón de enfrentamientos entre facciones con intereses divergentes refleja un problema estructural que ha afectado a Libia durante más de una década: La fragmentación del poder armado y la ausencia de una autoridad nacional con control real sobre el territorio.
Una Libia dividida entre dos gobiernos y múltiples frentes
Libia permanece fracturada entre dos grandes bloques de poder: Por un lado, el Gobierno de Unidad Nacional en Trípoli, reconocido por la ONU, y por otro, la administración liderada por el mariscal Khalifa Haftar en el este, con respaldo militar y político de aliados extranjeros como Rusia, Egipto y Emiratos Árabes Unidos.

En este contexto, múltiples milicias, algunas de ellas con estructura casi paramilitar que controlan regiones, pasos fronterizos, recursos energéticos y rutas de tráfico. Los intentos de consolidar un proceso de reconciliación nacional han fracasado, dejando al país en un estado crónico de inestabilidad y violencia latente.
Indiferencia global frente a un conflicto estancado
Pese a la gravedad del escenario, la reacción internacional ha sido escasa. Las potencias occidentales han optado por una postura de contención, limitándose a declaraciones diplomáticas sin un compromiso real con la estabilización del país. En paralelo, el flujo de armas, la interferencia extranjera y la competencia por los recursos petroleros continúan alimentando el conflicto.
Mientras tanto, la ciudadanía paga el precio. La vida cotidiana en ciudades como Trípoli se ve interrumpida cada cierto tiempo por estallidos de violencia que reflejan la ausencia de un Estado funcional.
Un nuevo episodio de un conflicto prolongado
El episodio registrado el 12 de mayo no es un hecho aislado, sino parte de un patrón cíclico que ha impedido a Libia consolidar su transición política. Aunque la calma superficial de los últimos meses había generado cierta esperanza, los recientes enfrentamientos revelan que las tensiones entre milicias permanecen intactas y que la violencia puede estallar en cualquier momento.
Sin una respuesta internacional firme ni una estrategia interna coherente, Libia sigue atrapada entre el recuerdo de su pasado dictatorial y la incertidumbre de un futuro sin Estado.
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