Nuseirat, Franja de Gaza — 13 de julio de 2025. Al menos diez civiles palestinos, incluidos seis menores, fueron asesinados este viernes por un ataque con dron en un punto de recolección de agua en el campo de refugiados de Nuseirat, al centro de la Franja de Gaza, región que enfrenta una crisis humanitaria sin precedentes debido a la destrucción deliberada de su infraestructura hídrica por parte del ejército israelí.
El ataque ocurrió mientras una multitud de personas —desplazadas por los bombardeos, sin acceso a agua potable ni a servicios básicos— esperaba durante horas su turno para llenar recipientes. En los últimos meses, se han registrado múltiples ataques similares contra civiles que intentaban acceder a fuentes limitadas de agua en medio del asedio total al enclave.
La destrucción sistemática del acceso al agua no solo en Nuseirat
Desde octubre de 2023, cuando se intensificó la ofensiva israelí sobre Gaza, la infraestructura hídrica ha sido uno de los principales blancos militares. Pozos, embalses, plantas de tratamiento y desalinización han sido bombardeados o bloqueados, dejando a decenas de miles de personas sin acceso a agua potable.
“El agua ya no llega a los campamentos ni a las viviendas destruidas. Hay que buscarla donde sea, incluso si está contaminada”, relata Ahmed Abed, voluntario en una planta desalinizadora improvisada. “Esperamos más de cuatro horas cada día para conseguir algo que repartir en los campos. Pero muchos se quedan sin nada”.
La situación se agrava con el bloqueo de combustible impuesto por Israel desde el pasado 2 de marzo, lo que ha paralizado gran parte de las plantas de desalinización y tratamiento de aguas residuales. Sin electricidad, sin insumos y sin caminos seguros para operar, el sistema de distribución de agua está al borde del colapso total.
Ataques directos a puntos de agua: crímenes de guerra ignorados
El bombardeo en Nuseirat no es un hecho aislado. Organizaciones como Human Rights Watch y Amnistía Internacional han documentado decenas de ataques deliberados contra instalaciones de agua, muchos de ellos con víctimas civiles, incluyendo niños.
Hace apenas diez días, una pequeña planta de desalinización que servía como único punto de acceso al agua en el sur de Gaza también fue atacada. El patrón es claro: impedir a la población palestina el acceso a lo mínimo indispensable para sobrevivir, lo que constituye una violación del derecho internacional humanitario.
La Convención de Ginebra prohíbe expresamente los ataques a bienes indispensables para la supervivencia de la población civil, como el agua. Sin embargo, la comunidad internacional sigue sin actuar frente a lo que muchos juristas ya califican como crímenes de guerra.
Emergencia sanitaria y desplazamiento forzado
La escasez de agua ha provocado un rebrote masivo de enfermedades gastrointestinales, infecciones en la piel y problemas renales, especialmente entre menores de edad y personas mayores. Con hospitales colapsados, sin medicinas ni personal suficiente, el deterioro de la salud pública avanza rápidamente.
“Decenas de miles están sobreviviendo en edificios en ruinas. No hay baños, ni duchas, ni limpieza. El olor es insoportable. Y la gente está desesperada”, explicó Ibrahim al-Khalili, corresponsal de Al Jazeera en Gaza. “La crisis del agua es, en sí misma, una forma de desplazamiento forzado. Están obligando a las personas a abandonar zonas enteras que ya no son habitables”.
92 muertos en un solo día: el asedio no se detiene
La cifra total de muertos en Gaza este viernes ascendió a 92 personas, según datos del Ministerio de Salud de Gaza. El ataque al punto de agua en Nuseirat fue solo uno entre decenas de bombardeos simultáneos en el sur del enclave, dirigidos tanto a zonas residenciales como a refugios improvisados.
Las familias palestinas continúan siendo víctimas de una estrategia militar que combina el asedio total, la destrucción de servicios básicos y los ataques indiscriminados contra la población civil.
Una catástrofe humanitaria que exige acción internacional
La situación en Gaza ya no puede ser descrita como una simple crisis. Es una catástrofe humanitaria provocada por decisiones políticas y militares concretas, frente a la cual el silencio de muchos gobiernos y organismos internacionales equivale a complicidad.
Cada día que pasa, el acceso al agua se convierte en una cuestión de vida o muerte para más de dos millones de palestinos. Y, como quedó demostrado en Nuseirat, incluso intentar beber agua puede costarte la vida.
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