Terremoto en Afganistán: al menos 20 personas murieron y más de 320 resultaron heridas tras un potente sismo de magnitud 6.3 que sacudió la madrugada del lunes la región de Mazar-e Sharif, en el norte del país. El movimiento telúrico provocó cortes de energía en todo el territorio, afectó viviendas, carreteras y causó daños en la histórica Mezquita Azul, uno de los principales símbolos religiosos y culturales de Afganistán.
Según el Servicio Geológico de Estados Unidos (USGS), el epicentro del terremoto en Afganistán se localizó a 28 kilómetros de profundidad, en una zona densamente poblada y vulnerable por la precariedad de sus infraestructuras. Las autoridades locales advirtieron que la cifra de víctimas podría aumentar conforme los equipos de rescate lleguen a las aldeas más remotas.
Terremoto en Afganistán: una tragedia que golpea a un país exhausto
El terremoto en Afganistán vuelve a exponer la fragilidad de un país que vive entre los escombros de la guerra, la pobreza y el aislamiento internacional. Desde el regreso del Talibán al poder en 2021, la ayuda humanitaria ha disminuido drásticamente, dejando a millones de afganos sin acceso a recursos básicos.

Las imágenes difundidas muestran a rescatistas buscando sobrevivientes entre los restos de edificios colapsados y a familias que lo han perdido todo. “Nuestros hospitales están desbordados. La gente duerme afuera por miedo a las réplicas”, declaró Sharfat Zaman, portavoz del Ministerio de Salud.
El terremoto en Afganistán también afectó las provincias de Balkh y Samangan, donde muchas viviendas tradicionales de adobe se derrumbaron completamente. El país, con un historial trágico de desastres naturales, sigue sin contar con infraestructura antisísmica ni protocolos de emergencia eficaces, una deuda pendiente que hoy cobra vidas.
La Mezquita Azul: símbolo herido del patrimonio afgano
El terremoto en Afganistán dejó una cicatriz profunda en la Mezquita Azul de Mazar-e Sharif, considerada el santuario más sagrado del país. Construida en el siglo XV, esta joya arquitectónica se cree que alberga la tumba de Ali ibn Abi Talib, primo y yerno del profeta Mahoma, y ha sido durante siglos un punto de peregrinación y orgullo nacional.
🇦🇫 | La histórica Mezquita Azul del siglo XV en Mazar-i-Sharif sufrió daños en su cúpula y muros tras el terremoto de 6.3. El sismo dejó grietas visibles y puso en riesgo la estabilidad de uno de los mayores símbolos culturales de Afganistán. #Afganistán #Terremoto #MezquitaAzul pic.twitter.com/ry0Ma7BgiS
— Historiente (@historiente) November 3, 2025
Las imágenes difundidas muestran azulejos turquesa destruidos y parte del muro exterior derrumbado, aunque la estructura principal continúa en pie. Para los habitantes de Mazar-e Sharif, el daño no solo es material, sino también espiritual.
“La Mezquita Azul ha sobrevivido a invasiones y bombas, pero ahora tiembla con la tierra. Nos duele como si hubiéramos perdido una parte de nosotros”, dijo Zahra Gul a Reuters, residente local.
El terremoto en Afganistán ha herido, una vez más, el corazón cultural de un pueblo que resiste entre la fe y la desesperanza.
Entre negligencia y abandono: una tragedia anunciada
El terremoto en Afganistán es solo el último recordatorio de la vulnerabilidad extrema del país ante los desastres naturales. Situado sobre dos fallas tectónicas activas, Afganistán sufre continuamente terremotos que se vuelven tragedias humanas por la falta de planificación, pobreza estructural y negligencia estatal.
El gobierno talibán, aislado por sanciones internacionales y sin reconocimiento formal, carece de recursos para responder con eficacia. La exclusión de organizaciones humanitarias, especialmente aquellas que trabajan con mujeres y niñas, ha debilitado los sistemas de salud y respuesta de emergencia.
Mientras tanto, la comunidad internacional permanece indiferente. Las recientes deportaciones masivas de afganos desde Irán y Pakistán solo agravan una crisis que se multiplica: guerra, hambre, desplazamiento y ahora, otro terremoto en Afganistán.
En Afganistán, cada catástrofe natural se convierte en una doble condena: la de los escombros y la de la indiferencia global.
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