El pasado domingo 27 de abril de 2025, en la provincia de Ghor, al centro de Afganistán, una joven afgana de 20 años llamada Abida se quitó la vida prendiéndose fuego dentro de su casa. La causa: La presión de un comandante talibán que intentaba obligarla a casarse con su hermano, alegando un compromiso matrimonial supuestamente pactado cuando ella era apenas una niña. El caso ha provocado gran indignación nacional e internacional, y ha reavivado el debate sobre los matrimonios forzados y el apartheid de género impuesto por el régimen talibán.
El régimen talibán y la restauración de la violencia legalizada
Desde que los talibanes regresaron al poder en agosto de 2021, los derechos humanos en Afganistán han sufrido un colapso, especialmente para las mujeres afganas. A través de una interpretación extremista de la sharía, se han impuesto restricciones severas al acceso a la educación, al trabajo y a la libertad de movimiento. Las mujeres fueron borradas de la vida pública y reducidas al espacio doméstico, muchas veces como moneda de cambio en pactos tribales.

Este contexto de violencia sistemática permite que continúen prácticas como el matrimonio forzado, donde niñas y jóvenes son entregadas sin su consentimiento. En el caso de Abida, el intento de imposición provino directamente de un comandante local talibán, Mohamed Rahmani, quien afirmaba que la familia le había prometido a la joven cuando ella tenía apenas dos años. Sin embargo, un familiar negó rotundamente la existencia de dicho acuerdo.
El último acto de resistencia de una joven afgana
Luego de que el comandante talibán irrumpiera en su vivienda, arrestara y golpeara a su padre y a su hermano, y rodeara la casa con más de veinte hombres armados, Abida tomó una decisión desesperada. Se roció con gasolina y se prendió fuego frente a quienes pretendían forzarla a una vida de esclavitud conyugal.
No sobrevivió a las quemaduras. Su cuerpo quedó completamente calcinado y los médicos no pudieron hacer nada por salvarle la vida. Lejos de tratarse de un caso aislado, su muerte simboliza una forma extrema de protesta ante un sistema que niega a las mujeres afganas hasta el derecho básico a elegir.
‘Yo soy la voz de Abida’: Una consigna que se convierte en movimiento
La muerte de Abida ha dado lugar a una campaña global bajo el lema ‘Yo soy la voz de Abida’, impulsada en redes sociales por activistas afganas dentro y fuera del país. Este movimiento exige justicia, visibilidad y protección para las niñas y mujeres que viven bajo el dominio talibán.

El Movimiento Shanbehai Arghawani, en un comunicado difundido el 4 de mayo, propuso declarar el 27 de abril como el Día Internacional de Protesta contra el Matrimonio Forzado y en Memoria de sus Víctimas. Esta iniciativa busca establecer una fecha de reflexión y denuncia global ante una práctica que no se limita a Afganistán, sino que afecta a millones de niñas en todo el mundo.
Reacciones internacionales: Entre la condena y el silencio diplomático
El relator especial de Naciones Unidas para los Derechos Humanos en Afganistán, Richard Bennett, expresó su preocupación a través de la red social X, donde exigió una investigación independiente y responsabilizó al régimen talibán por las condiciones de opresión sistemática que conducen a tragedias como esta.
Devastating reports of suicide of young woman in Ghor #Afghanistan. My thoughts are with family. Investigation & accountability needed. Systematic gender oppression also requires more mental health support. For those struggling, talk to others, incl. professionals. There is hope
— UN Special Rapporteur Richard Bennett (@SR_Afghanistan) May 1, 2025
«Detengan este feminicido. Las mujeres de Afganistán también son seres humanos. Necesitamos que todas y cada una seamos la voz de Abida», dijo a EFE la activista Mina Rafiq, que aseguró que el suicidio de la joven no constituye un caso aislado.
No obstante, las organizaciones internacionales han sido fuertemente criticadas por su inacción. Grupos de mujeres afganas exiliadas han señalado que, mientras se multiplican los casos de feminicidio y abuso, la comunidad internacional continúa sin aplicar sanciones efectivas ni mecanismos de protección real.
Apartheid de género: La opresión con rostro institucional
Expertas en derechos humanos han denunciado que lo que ocurre en Afganistán es un apartheid de género. No se trata solo de un cúmulo de restricciones, sino de una estructura jurídica, política y cultural que busca eliminar la presencia femenina de la vida pública.
Los matrimonios forzados, el veto a la educación, la prohibición de desplazarse sin un tutor masculino y la violencia sistemática contra las mujeres no son hechos aislados: son parte de una maquinaria que opera con total impunidad. Las cifras son alarmantes. Desde el regreso talibán, los suicidios de mujeres jóvenes han aumentado significativamente, en muchos casos vinculados a la imposición de matrimonios o al encierro forzado.
El caso de Abida no solo debe mover conciencias, sino también movilizar acciones concretas. Su inmolación no fue un acto impulsivo ni una tragedia privada: Fue una forma de decir ‘no’ en un país donde decir ‘no’ puede costar la vida.
El silencio de las autoridades afganas, la censura de medios y las contradicciones en las versiones oficiales impiden verificar con precisión lo ocurrido. Pero lo esencial está claro: Una joven afgana prefirió morir quemada antes que ser entregada como esposa a un hombre que ella no eligió.
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