Cólera en Sudán ha cobrado la vida de al menos 2.000 personas desde abril de 2023, según datos recopilados por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Informe de Situación n.º 1 publicado por International Medical Corps (IMC) el 24 de junio de 2025. El país, sumido en un conflicto armado entre facciones militares rivales desde hace más de dos años, se encuentra actualmente enfrentando uno de los peores brotes de cólera de su historia, con más de 80.000 casos registrados en 12 estados, incluyendo Jartum, Darfur y Kordofán.
La emergencia sanitaria se desarrolla en un contexto de colapso institucional, desplazamientos masivos, cortes prolongados de electricidad y agua, y un sistema de salud al borde del colapso. Mientras los organismos internacionales luchan por contener el brote, miles de familias sudanesas continúan sufriendo en silencio, sin acceso a atención médica básica ni condiciones de vida dignas.
Una guerra que alimenta las epidemias: el contexto del brote de cólera en Sudán
Sudán ya había vivido una epidemia de cólera en 2017 que dejó más de 700 muertos. Pero el actual brote no solo repite patrones, los multiplica. Desde el estallido del conflicto entre las Fuerzas Armadas Sudanesas (SAF) y las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF) en abril de 2023, Sudán ha experimentado un desmoronamiento sistemático de sus estructuras sanitarias y humanitarias. Las ciudades más afectadas por cólera en Sudán son Jartum, Tawila, El Geneina y Nyala, han sido escenario de combates intensos que obligaron a cientos de miles de personas a huir, dejando atrás hospitales, pozos de agua y redes de saneamiento destruidos.

Esta crisis de infraestructura ha sido el caldo de cultivo perfecto para la propagación del cólera en Sudán, una enfermedad bacteriana transmitida por agua contaminada y exacerbada por condiciones precarias de higiene. Según el informe de IMC, el brote ha afectado a 13 estados del país y ha generado una presión inmensa sobre los escasos recursos de atención disponibles.
Las cifras del desastre son alarmantes: el reporte más reciente de la OMS en abril de 2025 contabilizaba aproximadamente 59.000 casos y casi 1.500 muertes. Sin embargo, tan solo dos meses después, el informe de IMC eleva el número de contagios a más de 80.000 y las muertes a más de 2.000, lo que muestra una rápida aceleración de la epidemia, especialmente en zonas de difícil acceso.
Respuesta internacional: entre la urgencia y las limitaciones
En medio de este escenario devastador, algunas organizaciones han redoblado esfuerzos para contener la crisis del cólera en Sudán. International Medical Corps ha desplegado un centro de tratamiento del cólera (CTC) y tres equipos de respuesta rápida (RRT), además de implementar labores de vigilancia comunitaria y campañas de agua, saneamiento e higiene (WASH) en Jartum y Darfur Occidental. Una campaña de vacunación oral contra el cólera, iniciada el 11 de junio, ha ayudado a reducir la tasa de mortalidad en las zonas donde ha sido aplicada.
En Tawila, más de 380 mil personas llegaron recientemente desde Zamzam, sin acceso a servicios básicos. Adam Regal, portavoz del grupo humanitario sudanés Coordinación General para Refugiados y Desplazados, alertó que “el aumento de casos diarios de cólera pone en peligro la vida de los desplazados en los campamentos”. La tasa de contagio oscila entre 45 y 90 nuevos casos al día, y se teme que la cifra real sea mucho mayor debido a la falta de diagnósticos en zonas inaccesibles.

El cólera puede ser mortal, pero es fácil de tratar si hay atención disponible y los pacientes son tratados a tiempo, lo que no ocurre en todas partes informó Slaymen Ammar, coordinador médico de MSF en Jartum. Durante sus clínicas móviles diarias, los equipos médicos brindan atención primaria y derivan a pacientes con diarrea aguda a centros de tratamiento especializados. El conflicto ha tenido un impacto especialmente negativo en los niños, quienes se encuentran entre los más vulnerables y afectados de quienes reciben tratamiento. Algunos de ellos también sufren desnutrición.
“El conflicto ha comprometido claramente la infraestructura básica, y este aumento de casos de cólera es definitivamente una de sus consecuencias» denunció Slaymen Ammar, coordinador médico de MSF en Jartum
No obstante, la respuesta internacional ha sido desigual y limitada. Las restricciones de seguridad impiden el acceso a muchas regiones afectadas, mientras que la financiación internacional para programas humanitarios ha disminuido, en parte por la competencia con otras crisis globales. La lentitud en la entrega de ayuda y vacunas, así como la falta de infraestructura local, está costando vidas.
¿Quién responde por las vidas perdidas por el cólera en Sudán?
La crisis no puede comprenderse ni atenderse al margen del conflicto armado que azota al país desde hace más de dos años. Mientras los líderes de las facciones en guerra negocian treguas fugaces que rara vez se cumplen, la población civil continúa pagando el precio de su ambición con sangre, hambre y enfermedad.
¿Cuántas muertes más deben registrarse de cólera en Sudán para que la comunidad internacional priorice una solución política al conflicto y una respuesta humanitaria integral y sostenida? ¿Hasta cuándo se permitirá que la vida humana sea tan desechable frente a los intereses geopolíticos y económicos?
Sudán además de vacunas; necesita justicia, paz duradera y un compromiso real por parte de los organismos internacionales para proteger la vida, la salud y la dignidad de su pueblo. Ignorar la magnitud de esta tragedia no solo es inhumano, sino también imperdonable.
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