Faten Zaki tenía 15 años cuando fue asesinada por su esposo forzado de 23 años en Kafr Yaqoub, Egipto. Casada a los 12 mediante un matrimonio ilegal aprobado por su madre, vivió años bajo violencia física, psicológica y control constante. Un año después, el Tribunal de Apelaciones de Tanta redujo la condena de su agresor de pena de muerte a siete años de prisión, generando una ola de indignación entre las organizaciones feministas y defensoras de los derechos humanos en Egipto.
Feminicidio de Faten Zaki
El feminicidio de Faten Zaki en agosto de 2024 evidenció las heridas abiertas del patriarcado egipcio: la persistencia del matrimonio infantil, la naturalización de la violencia doméstica y la falta de justicia para las víctimas mujeres.
Faten fue casada a los 12 años mediante un contrato consuetudinario (‘orfy’), una práctica común en zonas rurales que permite eludir la ley que prohíbe el matrimonio antes de los 18. Su madre, que tenía la custodia tras divorciarse del padre, autorizó la unión. “Nunca firmé el contrato. Mi hija fue víctima de su madre, que la casó siendo niña, y de su esposo, que la mató”, declaró su padre, Zaki Ibrahim, al medio Al Arabiya.

Durante dos años, Faten vivió bajo un régimen de terror. Los vecinos escuchaban los gritos, la madre veía las marcas de las golpizas y las quemaduras, pero el silencio impuesto por la costumbre y el miedo predominaba. Su madre relató que el día del crimen la joven la llamó desesperada:
“Me pidió que fuera por la puerta trasera, pero no fui. Pensé que era otra paliza. No imaginé que moriría minutos después.”
El detonante fue un gesto tan cotidiano como revelador del control patriarcal: Faten comió un plato de pasta sin pedir permiso. Su marido, de 23 años, la golpeó con un palo, la quemó con un hierro caliente y finalmente la arrojó desde la azotea. Murió horas después en el hospital de Kafr El-Zayat.
En febrero de 2025, el Tribunal Penal de Tanta condenó al agresor a muerte. Sin embargo, su apelación fue aceptada, y en octubre, la sentencia se redujo a siete años. La decisión judicial provocó protestas y cuestionamientos en redes sociales. “Reducir la condena de un feminicidio de una niña a solo siete años envía un mensaje devastador: que la vida de las mujeres vale menos que la violencia que se ejerce contra ellas”, expresó la abogada Hanan El-Gendy, miembro de la Red Egipcia de Mujeres por la Justicia.
Matrimonio infantil y violencia de género en Egipto
De acuerdo con el Fondo de Población de las Naciones Unidas (UNFPA), alrededor del 17% de las niñas egipcias son casadas antes de los 18 años, especialmente en zonas rurales donde la pobreza y las normas patriarcales convergen con la falta de educación. Estas uniones no solo vulneran los derechos de las niñas, sino que las exponen a violencias sexuales, psicológicas y físicas.

El abogado y defensor de los derechos del niño Ahmed Meseilhi subrayó que “el matrimonio infantil es una forma de explotación y trata de personas, y quienes lo permiten, familiares o intermediarios, deben rendir cuentas”. En el caso de Faten, tanto su madre como su esposo enfrentan cargos por poner en peligro la vida de una menor y facilitar su matrimonio precoz.
Sin embargo, la justicia egipcia rara vez sanciona con severidad estos casos. Organizaciones como la Comisión Egipcia de Derechos y Libertades (ECRF) han denunciado la falta de voluntad política y la impunidad estructural frente a los crímenes de género. En muchos casos, las niñas casadas precozmente son invisibilizadas en las estadísticas oficiales y criminalizadas por “honor” o “obediencia marital”.
El nombre e imagen del femicida han sido tan protegidos por el sistema judicial que rara vez se mencionan, evidenciando la impunidad estructural que ampara a los agresores.
Voces de resistencia
Ante la indignación, colectivos feministas egipcios y árabes han iniciado campañas en memoria de Faten. En redes sociales, exigen que su caso sea revisado y que se aprueben leyes efectivas contra el matrimonio infantil. Han levantado firmas para tumbar la nueva sentencia.
Faten no murió por comer, murió porque su cuerpo y su voluntad no le pertenecían, su historia representa a miles de niñas que crecen entre el miedo y el silencio, en un sistema que las casa, las golpea y las olvida. Faten Zaki no pudo contar su historia. Pero su muerte ha encendido una conversación urgente sobre la violencia estructural que enfrentan las niñas en Egipto y en toda la región.
Desde Mujer Azadi e Historiente, honramos su memoria y exigimos justicia. Porque ningún tribunal debería reducir el valor de una vida arrebatada, y porque las voces de las niñas, calladas por la violencia y la impunidad, deben seguir resonando en la búsqueda de libertad, dignidad y verdad.
Ninguna niña debería morir por tener hambre. Ninguna debería ser llamada esposa.
Para más noticias sobre la lucha contra el matrimonio infantil, da click aquí.