La caza de trofeos en Zimbabue volvió a desatar indignación internacional tras la muerte de ‘Blondie’, un león macho que formaba parte de un proyecto de investigación científica, abatido en junio de 2025 por un cazador extranjero cerca del Parque Nacional de Hwange. El animal, portador de un collar de monitoreo visible y en plena etapa reproductiva, fue presuntamente atraído fuera de la zona protegida mediante cebo para ser asesinado legalmente bajo licencia. La noticia fue confirmada por Africa Geographic y ha revivido el debate sobre la legalidad y legitimidad de esta práctica en África austral.
Las autoridades de Zimbabue defienden la legalidad del hecho, pero organizaciones de conservación y activistas de derechos animales consideran que este tipo de cacería no solo vulnera principios éticos, sino que amenaza la biodiversidad y menosprecia años de trabajo científico. La historia recuerda la muerte de Cecil, otro león cazado por un turista estadounidense en condiciones similares hace una década, también en Zimbabue, lo que encendió la indignación global.
Caza “legal”, pero no legítima: entre la ética y el negocio
Desde el gobierno zimbabuense se ha insistido en que la caza fue legal, con permisos en regla y supervisión de guardabosques. Sin embargo, la legalidad no siempre va de la mano con la ética, especialmente cuando se trata de animales monitoreados científicamente para fines de conservación. Blondie llevaba un collar visible, financiado por Africa Geographic, una organización que también ha denunciado el hecho como una violación a los principios más básicos del manejo responsable de la fauna.

El director ejecutivo de Africa Geographic, Simon Espley, fue enfático al señalar que la caza de Blondie no solo contradice las declaraciones de los cazadores de trofeos (quienes aseguran abatir únicamente ejemplares seniles), sino que también socava décadas de investigación sobre la ecología del león africano. “La presencia del collar no disuadió al cazador, lo que confirma que ningún león está realmente a salvo mientras existan rifles y dinero de por medio”, declaró.
El lucrativo mercado detrás de la muerte de animales salvajes
Zimbabue permite la caza de hasta 100 leones al año, y según cifras oficiales, la industria de caza de trofeos genera ingresos por más de 20 millones de dólares anuales, provenientes en su mayoría de turistas extranjeros que pagan hasta 100 mil dólares por cacería. Estos montos incluyen alojamiento, uso de vehículos, guías locales y permisos de caza.

No obstante, organizaciones independientes cuestionan la transparencia del uso de estos fondos. Argumentan que gran parte del dinero termina en manos privadas y que las comunidades locales, quienes conviven con la fauna y padecen sus consecuencias, reciben poco o ningún beneficio. En lugar de fortalecer programas de conservación o desarrollo sostenible, los ingresos de esta industria muchas veces perpetúan un modelo extractivista y neocolonial, donde la vida salvaje se convierte en mercancía para el turismo internacional más elitista.
Consecuencias ecológicas y sociales: una amenaza silenciosa
Más allá del impacto simbólico de la muerte de un león como Blondie, las consecuencias ecológicas son profundas. Los leones cumplen un rol vital en el equilibrio del ecosistema. Abatir a un macho reproductor puede desestabilizar manadas enteras, favorecer el infanticidio entre los nuevos machos dominantes y alterar los patrones de comportamiento animal.
Además, la constante extracción de ejemplares valiosos afecta los programas científicos que buscan entender y proteger a las especies en peligro. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (UICN) clasifica actualmente al león africano como una especie vulnerable, con una población salvaje estimada en menos de 20 mil ejemplares en todo el continente. Zimbabue alberga alrededor de 1,500 leones, y al menos un tercio vive en la región del Parque Nacional de Hwange, donde se produjo este nuevo caso.
¿Quién defiende la vida salvaje? Una llamada urgente a la comunidad internacional
Diversas ONG y activistas por los derechos de los animales han solicitado una prohibición global del comercio de trofeos, pidiendo a países como Estados Unidos, Alemania o Reino Unido (principales emisores de cazadores de trofeos) que prohíban la importación de restos animales producto de caza deportiva. Argumentan que sin la demanda internacional, esta industria no tendría viabilidad.

Por su parte, Zimbabue se niega a revelar la identidad del cazador responsable de la muerte de Blondie, alimentando sospechas sobre posibles redes de impunidad. Mientras tanto, los leones continúan siendo sacrificados en nombre de un modelo de conservación basado en la muerte, que parece ignorar los avances científicos y los compromisos internacionales en defensa de la biodiversidad.
¿Conservación o extractivismo disfrazado?
La historia de Blondie, como antes la de Cecil, debe llevarnos a cuestionar profundamente qué entendemos por conservación. ¿Puede considerarse conservación una práctica que permite matar animales en peligro a cambio de dinero? ¿Debe permitirse que proyectos científicos sean vulnerados por intereses comerciales?
Es necesario recordar que la protección del entorno natural forma parte del derecho colectivo a un medio ambiente sano. La caza de trofeos, cuando se cruza con la corrupción, la impunidad y la desigualdad estructural, no solo afecta a los animales: también erosiona la justicia ambiental y los derechos de las comunidades que comparten territorio con la fauna salvaje.
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