Irán bloquea a las campeonas de baloncesto femenino por festejar sin hijab tras ganar la liga nacional

Un breve clip desató la furia de las autoridades. Lo que parecía una expresión espontánea de alegría se convirtió en una acción castigada por los defensores del orden religioso.
Un breve clip desató la furia de las autoridades. Lo que parecía una expresión espontánea de alegría se convirtió en una acción castigada por los defensores del orden religioso.

El equipo femenino de baloncesto Sahar, recientemente coronado campeón de la Liga Nacional de Irán, fue objeto de censura oficial en Teherán luego de publicar en Instagram un video celebrando su victoria. Varias jugadoras compartieron un breve clip en el que aparecen bailando sin el hijab obligatorio, siguiendo una coreografía viral de TikTok con la canción Not Like Us del rapero estadounidense Kendrick Lamar. La publicación fue considerada una ofensa a la ‘castidad pública’ y provocó la intervención inmediata de las autoridades, quienes ordenaron el bloqueo de sus cuentas personales en redes sociales.

Censura, vigilancia y represión contra la alegría femenina

Este episodio no es un hecho aislado, sino parte de un patrón sistemático de control sobre el cuerpo y la presencia pública de las mujeres en Irán. En este caso, ni siquiera la victoria deportiva fue suficiente para evitar la intervención de las autoridades. El mensaje fue claro: Las mujeres no pueden visibilizar su alegría libremente, mucho menos si lo hacen sin hijab y bailando.

Pero lo más alarmante vino después. En lugar de apoyar a las deportistas o al menos mantener una postura neutral, el presidente de la Federación de Baloncesto de Irán, Javad Davari, emitió un comunicado agradeciendo a las fuerzas del orden por su ‘mirada compasiva’. En su declaración, el dirigente aplaudió la actuación del Estado y reforzó el discurso oficial que presenta cualquier expresión espontánea femenina como una amenaza a la moral colectiva.

El uso político de la moral pública

La noción de ‘castidad pública’ se ha convertido en un término recurrente en los discursos punitivos del régimen iraní. Bajo esa ambigua categoría legal, las autoridades justifican arrestos, censuras, cierres de cuentas y todo tipo de sanciones. El caso de las jugadoras del Sahar ilustra cómo incluso un video de celebración puede interpretarse como una provocación, no por su contenido, sino por el contexto político que lo rodea.

Más allá del hiyab o la música, lo que molesta al poder es la imagen de mujeres seguras, victoriosas y visibles. En un país donde la represión de género ha sido institucionalizada, cada sonrisa no autorizada, cada baile espontáneo, cada muestra de empoderamiento visual puede convertirse en una afrenta al sistema.

Redes sociales como espacio de resistencia

Pese a la censura, el video original logró circular brevemente por distintas plataformas y fue replicado por activistas, periodistas y medios internacionales. Su difusión no solo mostró la situación dentro del país, sino que evidenció el creciente uso de las redes sociales por parte de mujeres iraníes como herramienta de expresión y denuncia.

En este contexto, Instagram, TikTok y otras plataformas digitales se han convertido en trincheras culturales donde las jóvenes iraníes —atletas, estudiantes, artistas— se atreven a narrar otra versión del país, una que el poder intenta silenciar sistemáticamente.

La guerra del régimen contra la libertad femenina

Este nuevo episodio confirma que el enfrentamiento entre el régimen iraní y la autonomía femenina continúa. No se trata de un caso anecdótico ni de un simple exceso policial. Se trata de una estrategia constante de intimidación, diseñada para desalentar cualquier forma de autoafirmación femenina fuera del marco establecido por el Estado.

La paradoja es clara: Mientras las jugadoras llevaban a su equipo a la cima del baloncesto nacional, el régimen las arrojaba a la marginalidad digital por celebrar con libertad. La narrativa oficial, que insiste en proteger la moral y el honor de la sociedad, se contradice al castigar el talento, el esfuerzo y la pasión de mujeres que deberían ser motivo de orgullo nacional.

El bloqueo de las cuentas de las jugadoras del Academia Sahar es mucho más que un simple acto de censura. Es una manifestación del profundo miedo que el poder siente frente a la imagen de mujeres libres. La victoria deportiva se convirtió en una derrota simbólica para quienes buscan someter la identidad femenina a una lógica de obediencia y silencio. Pero mientras ese video siga circulando —aunque sea en la sombra—, la resistencia también seguirá viva.

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