Hallan los restos de la periodista palestina Marwa Musallam en Gaza, 45 días después de que un ataque aéreo israelí destruyera su vivienda el 5 de julio, causando también la muerte de sus dos hermanos. Marwa, de 27 años, intentó pedir auxilio mientras estaba sepultada bajo los escombros de su hogar, pero sus llamados no fueron atendidos. Su caso se suma a los casi 270 periodistas palestinos asesinados desde el inicio de los ataques de Israel contra Gaza, convirtiendo este conflicto en el más mortífero para los profesionales de la información en décadas recientes.
Ataques de Israel a periodistas palestinos
La ciudad de Gaza ha sido escenario de conflictos armados intermitentes durante más de siete décadas, desde la creación del Estado de Israel en 1948 y la Nakba que provocó el desplazamiento masivo de palestinos. Los ataques israelíes aéreos y terrestres contra objetivos urbanos en Gaza se han intensificado en los últimos años, bajo el pretexto de neutralizar grupos armados, pero con un costo civil devastador. Organizaciones internacionales y medios independientes han documentado reiteradamente la desproporción en el uso de la fuerza, afectando hospitales, escuelas y viviendas familiares.
Además desde la ocupación israelí en 1967 en Cisjordania, la prensa palestina ha enfrentado ataques sistemáticos y restricciones severas. Periodistas han sido detenidos arbitrariamente, amenazados, heridos o asesinados mientras cubrían protestas, incursiones militares o bombardeos. Medios de comunicación han sido bombardeados o clausurados, y equipos de reporteros han sido objeto de violencia directa por parte de las fuerzas israelíes. Esta práctica prolongada no solo busca silenciar la información crítica sobre la ocupación, sino también generar un clima de miedo que limita la cobertura independiente y el derecho de los ciudadanos a estar informados.

En los últimos años es el de Al Jazeera, que ha sufrido ataques directos por su labor informativa: en 2021, un bombardeo israelí destruyó su sede en Gaza junto con la de Associated Press, bajo el argumento de que el edificio era utilizado por grupos armados, algo nunca comprobado. Además, en 2022, la periodista Shireen Abu Akleh, reconocida corresponsal de Al Jazeera, fue asesinada por disparos de francotiradores israelíes mientras cubría una incursión militar en Jenín, Cisjordania ocupada.
El genocidio en Gaza ha demostrado ser particularmente peligroso para los periodistas, quienes además de documentar la violencia, enfrentan obstáculos para acceder a la ayuda humanitaria o rescate durante ataques. La impunidad y la falta de mecanismos efectivos de protección internacional agravan esta situación.
El caso más reciente del genocidio en Gaza y de su cobertura periodística es el asesinato de Anas al-Sharif, periodista de 28 años de Al Jazeera, junto con tres de sus colegas, en un ataque deliberado israelí contra una carpa de prensa ubicada frente a la entrada principal del Hospital Al-Shifa en la ciudad de Gaza. En el ataque murieron siete personas, incluidos el corresponsal de Al Jazeera Mohammed Qreiqeh, de 33 años, y los camarógrafos Ibrahim Zaher, de 25, y Mohammed Noufal, de 29. El hecho provocó indignación internacional al tratarse de un blanco claramente identificado como espacio periodístico, lo que evidencia un patrón de ataques contra quienes documentan la violencia en Gaza. Israel, lejos de garantizar la protección de periodistas como lo dicta el derecho internacional humanitario, ha convertido a la prensa en objetivo de guerra, intensificando el cerco a la información independiente.

Desde el inicio del conflicto actual, casi 270 periodistas palestinos han sido asesinados o heridos, muchos de ellos mientras realizaban cobertura informativa en zonas urbanas densamente pobladas. Este patrón pone de relieve la estrategia de desinformación y el riesgo extremo al que se somete a quienes intentan documentar la realidad en tiempo real.
El caso de Marwa Musallam
La periodista palestina Marwa Musallam, también conocida como Marwa Muslim por algunos medios, fue enterrada viva tras un ataque aéreo israelí en Gaza el pasado 5 de julio. El bombardeo destruyó por completo la vivienda en la que se encontraba junto a sus dos hermanos, quedando los tres atrapados bajo los escombros. Aunque Marwa logró dar señales de vida desde debajo de las ruinas, las autoridades israelíes bloquearon cualquier intento de rescate.

Durante días, colegas y familiares exigieron a la comunidad internacional que presionara para permitir su búsqueda, responsabilizando directamente a las fuerzas israelíes de impedir el acceso a la zona atacada. No fue sino hasta 45 días después que sus restos fueron recuperados, en un hecho que refleja con crudeza la vulnerabilidad de los civiles y, en particular, de los periodistas en Gaza.
El derecho internacional humanitario establece la obligación de proteger a los civiles y periodistas durante los conflictos armados. Los ataques que ponen en riesgo deliberadamente a profesionales de la información constituyen violaciones graves y potenciales crímenes de guerra. La ONU y la Cruz Roja han instado reiteradamente a Israel a permitir el acceso seguro a los afectados y respetar los principios de proporcionalidad y distinción, sin embargo, estos llamados rara vez se traducen en acciones efectivas.
La memoria de Marwa exige visibilizar el genocidio en Gaza, cuestionar las estructuras de poder que perpetúan la violencia y exigir mecanismos efectivos de protección y justicia. Cada periodista asesinado representa no solo una pérdida personal, sino también un golpe al derecho global a la información y a la defensa de la vida.
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