Más de 1.700 palestinos fueron asesinados en la Franja de Gaza mientras intentaban obtener alimentos y suministros básicos entre el 27 de mayo y el 13 de agosto de 2025, según informó la Oficina de Derechos Humanos de la ONU este viernes 15 de agosto desde Ginebra. Las víctimas, en su mayoría civiles, murieron en las inmediaciones de los puntos de distribución de la llamada Fundación Humanitaria de Gaza (GHF), una entidad gestionada y militarizada por Israel con financiamiento estadounidense, o bien en los caminos que conducían hacia estos centros de abastecimiento.
De acuerdo con la ONU, 994 palestinos murieron cerca de los puntos de entrega de alimentos, mientras que otras 766 personas, incluidas mujeres y niños, fueron atacadas en las rutas de acceso. Solo en lo que va de agosto, 46 personas han muerto bajo fuego israelí, lo que refleja una tendencia de violencia sistemática que no cesa.
“Estos ataques agravan la hambruna y violan el derecho internacional. Instamos al Ejército israelí a que ponga fin de inmediato a tales agresiones”, declaró un portavoz de la Oficina de Derechos Humanos de la ONU.
Más de 1.700 palestinos asesinados: la ayuda convertida en arma de guerra
La distribución de asistencia humanitaria en Gaza, lejos de representar un alivio para la población civil, se ha transformado en un escenario de muerte y control militar. La llamada Fundación Humanitaria de Gaza, presentada por Israel como mecanismo de asistencia, ha sido señalada por la ONU como un espacio donde los palestinos se exponen al riesgo de ser asesinados mientras esperan comida.
La paradoja es brutal: miles de familias, empujadas por el hambre y el bloqueo, arriesgan la vida al acudir a los centros de distribución. Lo que debería ser un derecho básico garantizado por las normas internacionales de protección en conflictos armados se ha convertido en un instrumento de sometimiento y terror.
Los testimonios que llegan desde el enclave palestino describen escenas de desesperación. Madres con niños en brazos, ancianos debilitados por la desnutrición y jóvenes exhaustos de caminar kilómetros bajo fuego constante son asesinados en filas que, en teoría, deberían salvarles la vida.
Hambruna y asedio: una estrategia deliberada
Expertos respaldados por Naciones Unidas advierten que la situación en Gaza es más que un colapso humanitario: es el uso intencional del hambre como arma de guerra. Israel ha reducido drásticamente el ingreso de ayuda humanitaria al territorio, intensificando el cerco que asfixia a más de dos millones de habitantes desde hace casi dos años de ofensiva ininterrumpida.
El plan del gobierno israelí de ampliar la ofensiva militar, tomando el control de Ciudad de Gaza y los campos de refugiados aledaños, implica que algunas de las zonas más densamente pobladas del mundo serán sometidas a mayor devastación. Esto no solo aumenta el número de víctimas, sino que perpetúa un escenario donde la supervivencia básica se convierte en una batalla perdida para los civiles.
Mientras tanto, las denuncias internacionales se acumulan, pero las acciones concretas brillan por su ausencia. Los llamados al cese de fuego y al respeto del derecho internacional parecen desvanecerse ante la complicidad política y económica de potencias que siguen financiando al ejército israelí.
La comunidad internacional entre la indignación y la inacción
Las cifras de la ONU han provocado indignación global, pero también exponen la ineficacia de los mecanismos internacionales de protección. Organizaciones de derechos humanos han señalado que los ataques contra civiles que buscan ayuda constituyen violaciones del derecho internacional humanitario y son crímenes de guerra.
Sin embargo, la respuesta internacional se limita a comunicados y condenas sin consecuencias reales. La narrativa dominante, especialmente en los países aliados de Israel, intenta presentar los ataques como “daños colaterales” o justificados bajo el argumento de seguridad, mientras la población palestina paga con hambre y muerte el costo de esa política.
La contradicción es evidente: los mismos actores que financian la militarización de la ayuda se presentan como defensores de los derechos humanos en foros internacionales. Esta doble moral perpetúa la impunidad y debilita la credibilidad de un sistema internacional que debería garantizar justicia.
Lo ocurrido en Gaza es el resultado de decisiones políticas y militares que convierten el hambre en un arma y la ayuda en una trampa mortal. La cifra de más de 1.700 muertos buscando alimentos no solo retrata el grado de desesperación de un pueblo sitiado, sino también el fracaso de la comunidad internacional en protegerlo.
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