La Organización de las Naciones Unidas (ONU) declaró oficialmente este viernes una hambruna en la ciudad de Gaza, señalando a Israel de llevar a cabo una “obstrucción sistemática” de la ayuda humanitaria durante más de 22 meses de guerra. La Clasificación Integrada de Fases de Seguridad Alimentaria (IPC), con sede en Roma, confirmó que al menos 500.000 personas en la zona enfrentan condiciones de hambre extrema. Mientras tanto, el primer ministro Benjamin Netanyahu desestimó los hallazgos como “una mentira descarada”, en medio de una ofensiva militar que amenaza con agravar aún más la crisis humanitaria.
Hambruna en Gaza: Una catástrofe provocada por el Israel
La declaración de hambruna en Gaza marca un hito sombrío: es la primera vez que la ONU confirma una situación de este tipo en Medio Oriente. Según el informe del IPC, el deterioro registrado entre julio y agosto ha sido el más severo desde que se monitorea la seguridad alimentaria en el enclave palestino.

La guerra entre Israel y Hamas, desatada tras el ataque del 7 de octubre de 2023, ha dejado más de 62.000 palestinos muertos, en su mayoría civiles, y ha devastado la infraestructura de Gaza. Los bloqueos impuestos por Israel han restringido la entrada de alimentos, medicamentos, agua y combustible, generando una crisis de inanición sin precedentes y un genocidio para muchos expertos y grupos humanitarios.
Volker Turk, alto comisionado de la ONU para los derechos humanos, advirtió: “Es un crimen de guerra usar el hambre como método de guerra”. Sus palabras recuerdan que, desde noviembre, la Corte Penal Internacional mantiene abierta una investigación sobre Netanyahu y otros líderes israelíes por posibles crímenes de lesa humanidad.
Negación israelí y la política de asedio
El gobierno israelí niega la existencia de hambruna en Gaza. El organismo COGAT, dependiente del Ministerio de Defensa, calificó el informe del IPC como “parcial y poco fiable”, afirmando que Israel ha permitido el ingreso de asistencia. Sin embargo, organizaciones humanitarias como la Cruz Roja Internacional y la ONU sostienen lo contrario: la ayuda permanece retenida en las fronteras, incapaz de llegar a quienes la necesitan con urgencia.

Tom Fletcher, jefe de ayuda humanitaria de la ONU, fue contundente: “La comida está disponible, pero no puede entrar a Gaza debido a la obstrucción sistemática de Israel”. La acusación no es aislada: gobiernos como el del Reino Unido han calificado la situación como una “catástrofe provocada por el hombre”, denunciando la negativa israelí a permitir un flujo suficiente de ayuda.
Pese a la presión internacional, Netanyahu insiste en continuar la ofensiva para tomar la ciudad de Gaza, considerada clave para derrotar a Hamas. Esta estrategia militar, lejos de resolver el conflicto, amenaza con expandir la hambruna hacia el sur, en gobernaciones como Deir al-Balah y Khan Yunis.
La voz de las víctimas: hambre y miedo cotidiano
En el terreno, la tragedia es palpable. Umm Mohammed Nasr, madre de cuatro hijos en la ciudad de Gaza, relató entre el ruido de los bombardeos: “El bombardeo no se ha detenido desde esta mañana… pero no tenemos idea de a dónde ir. Nos estamos muriendo”.
La frase resume el drama de cientos de miles de familias atrapadas entre la violencia y la escasez. La hambruna no se limita a la falta de alimentos: la desnutrición debilita a los niños, las infecciones se multiplican y los hospitales, carentes de suministros, apenas logran sostener a los pacientes.

El informe del IPC advierte que un tercio de la población de Gaza podría sufrir condiciones de hambre catastrófica en los próximos meses si no se levanta el asedio y no se decreta un alto al fuego. La historia reciente confirma que estos escenarios no son inevitables: la hambruna en Sudán del Sur en 2017 y en Somalia en 2011 pudo revertirse con corredores humanitarios efectivos.
La declaración de hambruna en Gaza desnuda la crudeza de un conflicto donde la población civil paga el precio más alto. Mientras Israel insiste en que no aplica políticas de inanición, los datos de organismos internacionales son irrefutables: la gente muere de hambre porque la ayuda no entra.
El silencio y la inacción de gran parte de la comunidad internacional plantean una pregunta incómoda: ¿cuánto vale la vida palestina en el tablero geopolítico? Si el hambre se usa como arma de guerra, el mundo tiene la obligación ética y legal de responder.
La ONU ha dado un paso decisivo al nombrar la hambruna. Ahora corresponde a los Estados y a las sociedades civiles exigir que el bloqueo se levante y que se priorice la vida por encima de las estrategias militares. Porque detrás de cada cifra hay un rostro, y cada día de inacción cuesta vidas que pudieron salvarse.
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