Hoy, 26 de julio, se celebran los Juegos Olímpicos en Francia, un país que se vanagloria de su lema «Liberté, Égalité, Fraternité». Sin embargo, esta supuesta libertad parece no aplicarse a algunas atletas debido a la prohibición del hiyab en los Juegos Olímpicos de París 2024. Esta medida, impulsada por la ministra de Deportes, Amélie Oudéa-Castéra, y respaldada por el gobierno de Emmanuel Macron, ha desatado una ola de críticas, cuestionando la libertad religiosa y los derechos de las mujeres.
El argumento detrás de esta prohibición se basa en el principio de laicidad, un concepto que surgió durante la Revolución Francesa y que es esencial para la identidad nacional. Este principio establece la neutralidad del Estado en asuntos religiosos, y ha sido aplicado estrictamente en escuelas publicas.
Pero aplicar la laicidad en el deporte es otro asunto. Mientras el Comité Olímpico Internacional permite a los atletas llevar símbolos religiosos, Francia obliga a su delegación a seguir normas de neutralidad. Esta decisión ha sido calificada de discriminatoria por organismos internacionales y defensores de derechos humanos, que ven la prohibición del hiyab como una forma de discriminación religiosa y de género.
Veronica Noseda, futbolista del club Les Degommeuses, señala que la prohibición del hiyab es una manifestación clara de islamofobia y discriminación de género. Assile Toufaily, futbolista libanesa en Lyon, sostiene que esta medida refleja un creciente odio hacia los musulmanes en Francia.
Críticas globales, incluyendo las de la ONU y Amnistía Internacional, han condenado la postura de Francia, calificándola de «hipocresía discriminatoria» que restringe la libertad de las mujeres musulmanas. Sin embargo, la medida cuenta con apoyo considerable en Francia, especialmente entre quienes ven la religión como una amenaza para la laicidad del Estado. Según Sebastien Maillard de Chatham House, en Francia la religión se percibe como provocativa, a diferencia de otros países de Europa occidental.
El impacto de esta prohibición va más allá de los Juegos Olímpicos de París 2024, ya que atletas musulmanas en Francia han enfrentado restricciones similares en otros niveles deportivos, como la jugadora de baloncesto Diaba Konaté, quien decidió no participar debido a la prohibición del hiyab, generando críticas mundiales. En contraste, otros países han adoptado una actitud más inclusiva: Nouhaila Benzina de Marruecos hizo historia en la Copa Mundial Femenina de Fútbol al llevar un hiyab, y la esgrimista estadounidense Ibtihaj Muhammad compitió con un hiyab en los Juegos Olímpicos de Río 2016..
La controversia del hiyab en los Juegos Olímpicos de París 2024 expone para muchos la hipocresía del gobierno francés. Esta medida discriminatoria obliga a muchas atletas musulmanas a renunciar a su participación, ya que el hiyab es una extensión de su identidad. Prohibirlo es tan absurdo como exigirle a alguien que se quite una parte de su cuerpo.
Es absurdo e injusto que mientras en otros países las mujeres puedan competir con su hiyab, en la misma sede olímpica se les prohíba a las atletas francesas. Esta política no solo es una violación de los derechos humanos, sino también una traición a los valores que Francia pretende defender. En lugar de proteger a las mujeres, esta prohibición las margina y las discrimina, revelando una profunda hipocresía en la lucha por la igualdad y la libertad.