El pasado domingo 6 de abril, en la ciudad de Khan Younis, al sur de Gaza, el periodista palestino Ahmad Mansour, corresponsal del medio local Palestine Today, resultó gravemente herido tras ser alcanzado por un ataque aéreo israelí que impactó directamente en una tienda de campaña destinada a reporteros ubicada en el área del Hospital Nasser. Según testigos presenciales, el ataque provocó que Mansour fuera quemado vivo frente a sus colegas, en un suceso que ha desatado indignación a nivel internacional y renovado las denuncias de crímenes de guerra contra periodistas palestinos.
Ataques a la prensa palestina
Este ataque ha sido denunciado por organizaciones de derechos humanos y periodistas locales como parte de una estrategia sistemática para silenciar las voces independientes en Gaza. De acuerdo con datos recopilados por medios y ONG internacionales, más de 210 periodistas han sido asesinados desde el inicio de la ofensiva israelí, la mayoría de ellos palestinos. La libertad de prensa en los territorios ocupados no solo está siendo restringida, sino directamente atacada.
El incidente ocurrió en un espacio identificado como zona de prensa, dentro del complejo hospitalario de Nasser, un lugar que ya había sido blanco de bombardeos previos. Este nuevo ataque se suma a una serie de acciones que han reducido a cenizas los pocos puntos seguros para el periodismo en Gaza.
La historia del periodista palestino Ahmad Mansour
Ahmad Mansour no es un nombre más en una lista. Es padre de familia, reportero con años de experiencia en terreno, y una de las voces que ha documentado el sufrimiento cotidiano de una población cercada, aislada y bombardeada. Su labor consiste en narrar lo que otros no pueden ver, y por ello se convirtió en un blanco más de una ofensiva que busca controlar no solo el territorio, sino también el relato.
Periodistas locales que presenciaron el ataque declararon que los misiles impactaron directamente en la tienda donde Mansour se encontraba trabajando. “Los misiles lo envolvieron en fuego”, dijo su colega Wael Abo Omar, quien también fue testigo del hecho.

Los ataques israelíes en Gaza no solo se centran en la infraestructura civil y militar; también tienen como objetivo las instalaciones de medios de comunicación y las figuras públicas relacionadas con la difusión de información. La estrategia parece ser la de silenciar la voz del pueblo palestino y controlar el relato de lo que ocurre en la región. Además de los ataques a periodistas individuales, Israel ha destruido repetidamente oficinas de medios de comunicación, tanto locales como internacionales. Estos ataques han tenido un impacto devastador en la capacidad de los periodistas de realizar su trabajo con libertad y seguridad.
¿Crimen de guerra? Silencio internacional
Desde el comienzo del conflicto actual, el acceso para periodistas extranjeros ha sido severamente restringido, lo que ha dejado a los reporteros locales como los únicos cronistas de la tragedia en Gaza. Sin embargo, esta exposición los convierte en objetivo militar. Lo que ocurrió con Ahmad Mansour no es un hecho aislado, sino parte de una cadena de ataques sistemáticos contra la libertad de expresión y el derecho a la información.
Este nuevo atentado ha reavivado el debate sobre la responsabilidad internacional en la protección del periodismo en zonas de conflicto. Aunque organismos como la ONU han advertido sobre las posibles violaciones al derecho humanitario, la comunidad internacional permanece inactiva ante lo que muchos expertos ya califican como crímenes de guerra contra periodistas.

Incluso ante la evidencia en video y las denuncias de organizaciones humanitarias, gobiernos aliados de Israel han evitado pronunciarse con firmeza. Estados Unidos, por ejemplo, se ha limitado a reafirmar el “derecho a defenderse” de su aliado en Medio Oriente, sin condenar explícitamente la muerte o lesiones de comunicadores.
Hoy, Ahmad Mansour lucha por su vida en una cama de hospital, mientras el mundo decide si mirar o seguir haciendo silencio. Su historia pone de relieve no solo la brutalidad de una guerra que no respeta fronteras ni códigos, sino también la necesidad urgente de proteger el periodismo como pilar fundamental de los derechos humanos.
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