Desde marzo de 2025, las raciones de alimentos en el campamento de refugiados de Kakuma, en Kenia, se han reducido a la mitad después de que Estados Unidos detuviera su financiamiento al Programa Mundial de Alimentos (PMA). Más de 300,000 refugiados de varios países, como Uganda y Sudán del Sur, enfrentan desde entonces una crisis alimentaria que impacta especialmente a niños y madres.
Una reducción que pone en riesgo la supervivencia de miles
El Programa Mundial de Alimentos, encargado de abastecer a Kakuma, ha visto disminuida su capacidad para entregar raciones completas tras el retiro del apoyo económico estadounidense en marzo. Esto afecta directamente a las personas que dependen de las raciones mensuales de arroz, lentejas y aceite, que ahora son insuficientes para garantizar una nutrición adecuada.
Martin Komol, padre viudo de cinco hijos y refugiado ugandés, relata que su familia sobrevive con una comida diaria, y a veces menos, dependiendo de la ayuda de vecinos. “Cuando no podemos encontrar a nadie que nos ayude, nos enfermamos, pero cuando vamos al hospital, dicen que es solo hambre y nos dicen que volvamos a casa”, comenta.
El impacto en la salud infantil y la vulnerabilidad creciente
La disminución de los alimentos ha incrementado los casos de desnutrición, especialmente entre niños menores de cinco años y mujeres embarazadas o lactantes. En el hospital principal de Kakuma, administrado por el Comité Internacional de Rescate, se atienden numerosos casos graves de desnutrición, muchos de ellos con complicaciones fatales.
Sammy Nyang’a, oficial de nutrición, alerta sobre el aumento de admisiones en la sala de estabilización para niños desnutridos y el agotamiento de los suministros de alimentos terapéuticos, que antes recibían principalmente desde Estados Unidos. “Esperamos que la situación empeore a menos que se reciba nueva financiación pronto”, advierte.
Consecuencias sociales y económicas dentro del campamento
La crisis alimentaria no solo afecta la salud física, sino que también tiene consecuencias sociales y económicas. El fin de las transferencias mensuales en efectivo, que permitían a los refugiados comprar proteínas y verduras, ha generado inseguridad alimentaria y ha llevado a protestas anteriores.
Para algunos, como el empresario Chol Jook, los recortes representan también un impacto económico. Jook reporta una disminución de sus ventas y alerta sobre la creciente deuda que muchos refugiados asumen para comprar alimentos a crédito.
Un futuro incierto para Kakuma y sus habitantes
El PMA ha pedido ayuda a otros donantes internacionales para poder mantener el suministro, pero las perspectivas no son alentadoras. Sin financiamiento adicional, solo una pequeña fracción de los refugiados podrá seguir recibiendo asistencia alimentaria, concentrándose en los casos más vulnerables.
Mientras tanto, las familias como la de Komol enfrentan el miedo constante al hambre, la enfermedad y la falta de esperanza. “Mi hija de 10 años intenta distraerse con sus libros, pero cuando no hay comida, simplemente duerme con hambre”, relata.
🕊️ ¿Cómo garantizar la dignidad y la supervivencia cuando la ayuda vital se vuelve escasa?
La situación en Kakuma plantea preguntas profundas sobre la responsabilidad global en la protección de quienes huyen de la violencia y la pobreza, y sobre el impacto que tienen las decisiones políticas en vidas que dependen exclusivamente de la solidaridad internacional.
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