Recortes de la ayuda estadounidense detuvieron abruptamente los ensayos clínicos de una prometedora vacuna contra VIH en Sudáfrica, el país con mayor carga de esta pandemia en el mundo. El golpe llegó cuando científicos locales estaban a punto de iniciar un proyecto innovador llamado BRILLIANT, financiado por 46 millones de dólares de Estados Unidos. Esta medida, decidida bajo la administración Trump con el argumento de priorizar la política interna, no solo pone en riesgo la salud pública de millones en África sino que refleja un retroceso crítico en el compromiso global con los derechos humanos y el acceso equitativo a la medicina.
Impacto de los recortes: una herida en la lucha contra el VIH
Sudáfrica concentra el mayor número de personas viviendo con VIH en el mundo, con aproximadamente 7.8 millones afectados. Durante años, la colaboración internacional, especialmente a través de programas como PEPFAR y USAID, ha sido vital para sostener investigaciones y tratamientos que han salvado millones de vidas. Sin embargo, la decisión de Estados Unidos de retirar su financiación representa un golpe devastador para la región.

La directora del programa BRILLIANT, Glenda Grey, destaca que África ha sido fundamental para el desarrollo de medicamentos contra el VIH. Los recortes no solo amenazan el progreso científico, sino también la posibilidad de que la vacuna pueda ser probada y adaptada a las variantes genéticas locales, lo que tiene implicaciones globales. “Sin Sudáfrica como parte de estos programas, el mundo es mucho más pobre”, advierte Grey, poniendo en evidencia la estrecha interdependencia entre ciencia y justicia sanitaria.
Investigadores y comunidades en la incertidumbre por la suspensión de la vacuna contra VIH
El impacto humano de estas decisiones es palpable en los laboratorios y en las comunidades afectadas. Nozipho Mlotshwa, técnica en la Universidad de Witwatersrand, describe con tristeza la crisis: “Es muy triste y devastador, sinceramente. Nos perderemos la oportunidad de colaborar con otros científicos del continente”. Su trabajo y el de cientos de colegas está en riesgo, mientras que el desempleo juvenil en Sudáfrica ya alcanza un alarmante 46%.

El profesor Abdullah Ely, líder del equipo de investigadores para la vacuna contra VIH, confirma que los resultados preliminares mostraban respuestas inmunitarias prometedoras, pero el proyecto tuvo que detenerse abruptamente por falta de recursos. La suspensión no solo afecta a los científicos, sino también a pacientes y comunidades que podrían beneficiarse de avances médicos en un país donde el VIH y la tuberculosis siguen siendo las principales causas de muerte prevenible.
Un retroceso global con consecuencias humanas
Los recortes estadounidenses han provocado además el despido de alrededor de 8,000 profesionales sanitarios dedicados al programa para la vacuna contra VIH en Sudáfrica. Estos despidos, sumados a la desaparición de recolectores de datos y consejeros comunitarios, dificultan el seguimiento de pacientes y la entrega de tratamientos esenciales. La ausencia de fondos se traduce en menos acceso, menos prevención y, en última instancia, más muertes evitables.

En medio de la continua incertidumbre sobre el impacto de los profundos recortes de fondos estadounidenses a la labor humanitaria en todo el mundo, la responsable de la agencia de la ONU que coordina la lucha contra el VIH/SIDA advirtió que 6,3 millones de personas más morirán en los próximos cuatro años, a menos que se restablezca el apoyo.
«Veremos un aumento real de esta enfermedad, volveremos a ver gente muriendo de la misma forma que en los años 90 y 2000», dijo Winnie Byanyima, directora ejecutiva de ONUSIDA, señalando un “aumento de diez veces” respecto a las 600.000 muertes relacionadas con el sida registradas en el mundo en 2023.
«También esperamos 8,7 millones de nuevas infecciones adicionales. En el último recuento, había 1,3 millones de nuevas infecciones en todo el mundo».

La directora ejecutiva de ONUSIDA, Winnie Byanyima, en su reciente visita a Sudáfrica, alertó sobre la gravedad de la situación: “Lo que están poniendo los países africanos para reemplazar estos fondos no será suficiente para mantener la lucha a la escala necesaria”. Este hecho refleja un fracaso de las grandes potencias para sostener compromisos internacionales fundamentales en salud pública y derechos humanos, y obliga a cuestionar la responsabilidad ética de quienes priorizan intereses nacionales sobre vidas humanas.
“Realizamos los ensayos mejor, más rápido y más barato que en cualquier otro lugar del mundo, y sin Sudáfrica como parte de estos programas, el mundo, en mi opinión, es mucho más pobre.” — Glenda Grey, directora del programa BRILLIANT
¿Un llamado urgente para revertir la crisis?
Esta crisis humanitaria y científica no es solo un problema de Sudáfrica o de África; es un llamado global a defender el derecho universal a la salud, la cooperación internacional y la investigación científica. En un contexto donde enfermedades como el VIH siguen devastando vidas, es inaceptable que decisiones políticas cortoplacistas sacrifiquen el progreso y condenen a millones a un futuro incierto.
Según ONUSIDA, aproximadamente 40 millones de personas viven con el VIH en el mundo, según datos de 2023. De esta cifra, alrededor de 1,3 millones se infectaron por el VIH en ese mismo año y 630.000 personas murieron por enfermedades relacionadas con el sida.
¿Podrán los actores internacionales, y especialmente Estados Unidos, reconsiderar su rol en la defensa de los derechos humanos y la salud pública global? La historia juzgará si la comunidad global actuó con responsabilidad y solidaridad, o si permitió que el egoísmo político agravara una pandemia ya histórica.
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