Darfur se convirtió el pasado fin de semana en escenario de una masacre atroz en El Fasher, su ciudad capital en el norte de la región. Milicianos de las Fuerzas de Apoyo Rápido (RSF), respaldados por potencias regionales, irrumpieron en hospitales y ejecutaron a civiles, soldados heridos y personas con discapacidad que se encontraban en las instalaciones. Este episodio se enmarca en el conflicto interno y genocidio que desde abril de 2023 enfrenta al ejército sudanés contra las RSF, y vuelve a exponer la vulnerabilidad de la población civil en Sudán.
Contexto histórico del conflicto en Darfur
La región de Darfur ha estado marcada por violencia interétnica y militar desde el año 2003, cuando milicias árabes, conocidas como los jin-janjawees, fueron usadas por el gobierno central para aplastar rebeliones de pueblos no árabes. El actual episodio comenzó en abril de 2023 tras una ruptura entre las fuerzas militares regulares sudanesas y las RSF, que posan como paramilitares con orientación árabe.
La ciudad de El Fasher, única capital provincial de Darfur y que aún estaba en manos del ejército, ha estado sitiada por las RSF, que buscan consolidar su dominio en la región. Según informes recientes, más de 260 000 civiles permanecen atrapados bajo sistema de asedio, sin acceso pleno a ayuda humanitaria, vulnerables a ataques de artillería, drones y ejecuciones sumarias.
Este escenario vuelve a poner de manifiesto la prolongada impunidad de las estructuras paramilitares en Darfur, la complicidad histórica del Estado sudanés y la urgencia de respuestas efectivas desde la comunidad internacional en materia de derechos humanos.
Violaciones de derechos humanos y ataques a hospitales
Los informes señalan que, tras la toma de control parcial de El Fasher, las RSF ingresaron hospitales y centros de atención médica donde estaban internados civiles, soldados heridos y personas con discapacidad, y procedieron a ejecutarles en lo que se describe como asesinatos sistemáticos.
Según Tedros Adhanom Ghebreyesus, director general de la Organización Mundial de la Salud, los 460 pacientes y sus acompañantes habrían muerto el martes en un hospital saudí a manos de combatientes de las Fuerzas de Apoyo Rápido en la ciudad de El Fasher.
Como parte de su ofensiva contra el-Fasher, los combatientes de las RSF también fueron casa por casa golpeando y disparando a la gente, incluyendo mujeres y niños, según relataron testigos a The Associated Press. Muchos murieron por heridas de bala en las calles, algunos mientras intentaban huir para ponerse a salvo, afirmaron los testigos.

Dos años de combates por el control de Sudán han causado la muerte de más de 40.000 personas —una cifra que las organizaciones de derechos humanos consideran significativamente inferior a la real— y han generado la peor crisis humanitaria del mundo, con más de 14 millones de desplazados. La captura de El Fasher por la poderosa fuerza liderada por árabes aumenta el temor a que la tercera nación más grande de África vuelva a dividirse, casi 15 años después de que Sudán del Sur, rico en petróleo, lograra su independencia tras años de guerra civil.
Residentes sudaneses y trabajadores humanitarios revelaron detalles espeluznantes de las atrocidades cometidas por las RSF después de que estas tomaran el último bastión del ejército en Darfur tras más de 500 días de asedio.
La destrucción del sistema de salud tiene características de crimen de guerra: hospitales atacados, personal médico asesinado, pacientes sin posibilidad de evacuación, y una campaña de terror dirigida a una población indefensa. Tal patrón escapa del conflicto convencional y entra en el terreno de la responsabilidad penal internacional.
Implicaciones políticas locales e internacionales
La caída de El Fasher bajo el control de las RSF evidencia que el poder de la milicia se consolida en Darfur, presagiando una posible fragmentación territorial que recuerda la independencia de Sudán del Sur hace 15 años. Este avance no solo refleja la debilidad del Estado sudanés, sino también la creciente autonomía de actores armados que operan al margen de la ley, imponiendo terror sobre la población civil.
En el plano internacional, la inacción frente a las alertas sobre masacres, hambruna y desplazamientos masivos —más de 14 millones de personas desplazadas según organismos humanitarios— pone en evidencia una crisis de gobernanza global. La pasividad de la comunidad internacional permite que la violencia se perpetúe, mientras los derechos humanos se vulneran de manera sistemática.
A esto se suma la complicidad de actores externos, que, según diversos investigadores y organizaciones humanitarias, incluye a los Emiratos Árabes Unidos, los cuales han financiado, armado y respaldado políticamente a las RSF, fortaleciendo su capacidad para perpetrar masacres y consolidar el control territorial en Darfur. Esta intervención indirecta evidencia cómo intereses geopolíticos y económicos alimentan el genocidio, perpetúan la impunidad y dificultan la protección de la población civil, dejando claro que la crisis sudanesa no es solo un conflicto interno, sino también un reflejo de la falla internacional frente a crímenes sistemáticos contra los derechos humanos.
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