Sanae Takaichi hace historia en Japón al convertirse, este martes 21 de octubre de 2025, en la primera mujer en asumir el cargo de primera ministra del país. La elección se llevó a cabo en el Parlamento japonés, donde los legisladores votaron a favor de su nombramiento tras la renuncia de Shigeru Ishiba, quien dejó el cargo después de la derrota electoral de su coalición en julio. Takaichi, de 64 años, lidera la corriente más conservadora del Partido Liberal Democrático, históricamente dominado por hombres y en el poder casi de manera continua desde la posguerra.
Sanae Takaichi: La primera mujer en el poder
El ascenso de Sanae Takaichi representa un hito histórico para un país donde las mujeres ocupan solo el 15% de los escaños en la Cámara Baja y apenas dos de los 47 gobiernos regionales están liderados por mujeres. No obstante, su liderazgo no encarna el progreso que podría esperarse.
Además no ha mostrado interés por promover la igualdad de género ni la diversidad. Y ha sido una de los políticfos japoneses que más ha bloqueado medidas para el avance de las mujeres y mantiene posturas controversiales: se opone a la igualdad de género en el trabajo y la educación.

Takaichi ha declarado abiertamente su oposición al matrimonio igualitario, a las reformas que permitan a las parejas casadas mantener apellidos distintos y al acceso equitativo a posiciones de poder dentro del Estado. Además, respalda la sucesión exclusivamente masculina en la familia imperial, reforzando una visión tradicionalista del rol femenino centrado en la maternidad y la obediencia.
Durante su discurso de investidura, prometió “trabajar, trabajar y trabajar”, rechazando el concepto de equilibrio entre vida personal y laboral, lo que muchos interpretaron como una declaración de principios autoritaria más que inspiradora. Su gabinete refleja esa contradicción: solo tres de los ministerios estarán encabezados por mujeres, todas ellas aliadas ideológicas.
Ultranacionalismo y negacionismo histórico
Más allá de la cuestión de género, la ideología de Takaichi preocupa por su cercanía a las posturas revisionistas del ex primer ministro Shinzo Abe, su mentor político. Admiradora de Margaret Thatcher y defensora de una “Japón fuerte”, la nueva primera ministra ha buscado minimizar los crímenes de guerra cometidos por el país durante la ocupación de Asia en el siglo XX.

Takaichi es una visitante habitual del Santuario Yasukuni, donde se conmemora a criminales de guerra japoneses, gesto que ha generado reiteradas protestas de Pekín y Seúl. Su participación en campañas para eliminar de los libros de texto las referencias a la esclavitud sexual durante la Segunda Guerra Mundial ha sido duramente criticada por organizaciones de derechos humanos y por historiadores japoneses.
Su visión de la seguridad nacional también se endurece: propone fortalecer el ejército, aumentar el gasto militar y restringir las políticas migratorias. Estos planteamientos se enmarcan en un contexto global de tensiones crecientes, pero contrastan con el espíritu pacifista consagrado en la Constitución japonesa de 1947.
Una oportunidad desperdiciada para la igualdad
El nombramiento de Takaichi podría haber significado un punto de inflexión en la larga lucha de las mujeres japonesas por la equidad. Sin embargo, su agenda refuerza las estructuras patriarcales que históricamente han limitado la participación femenina en la vida pública.
Mientras las mujeres en Japón enfrentan brechas salariales, discriminación laboral y una tasa de participación política mínima, el gobierno de Takaichi prioriza el crecimiento económico a través del trabajo intensivo y la competitividad, sin atender la raíz social de la desigualdad. Su política de “apoyo a la salud femenina” se centra en la fertilidad y el rol maternal, omitiendo la autonomía de las mujeres sobre sus propios cuerpos.
La coalición que lidera con el derechista Partido de la Innovación de Japón (Ishin no Kai) marca además un giro ideológico hacia la derecha, debilitando las voces progresistas en el Parlamento. Este realineamiento político amenaza con reducir los espacios de debate sobre diversidad, inclusión y memoria histórica.
El poder sin perspectiva de género
Japón celebra a su primera mujer primera ministra, pero el logro histórico se ve empañado por la paradoja de un liderazgo que perpetúa las desigualdades estructurales que las mujeres han combatido por décadas. Takaichi parece representar una ruptura en la forma, no en el fondo: un cambio de rostro, no de sistema.
En un país que ocupa el puesto 118 en el Índice Global de Brecha de Género, su llegada al poder podría haber sido una oportunidad para reescribir la narrativa política. En cambio, su gobierno parece encaminado a reforzar la rigidez de una sociedad que todavía exige a las mujeres elegir entre el trabajo y la vida personal, entre la obediencia y la independencia.
Para más noticias sobre Japón y su dinámica geopolítica, da click aquí.
(Artículo original redactado con base en fuentes internacionales, bajo criterios de análisis y derechos humanos.)