Sara Sharif: Niña de 10 años torturada, golpeada y asesinada por su propio padre

La trágica muerte de Sara Sharif, una niña de tan solo diez años, ha conmocionado al mundo entero y levantado cuestionamientos sobre la efectividad de los sistemas de protección infantil en países desarrollados como el Reino Unido. Su cuerpo fue encontrado sin vida en su hogar en Surrey, mostrando signos evidentes de abuso y tortura prolongados, presuntamente perpetrados por su propio padre.

¿Quién era Sara Sharif?

Sara Sharif nació el 11 de enero de 2013 en Slough, Berkshire. Su padre es Urfan Sharif, un taxista paquistaní que se mudó al Reino Unido en 2001. Su madre, Olga Domin, es polaca. En 2009, la pareja se casó y en 2010 tuvieron al hermano mayor de Sara.

La pareja se separó en 2015 y luego se divorció, después de lo cual los niños vivieron con Olga, pero en 2019 la custodia de ellos fue otorgada a Urfan, con quien vivieron en Horsell, Woking, junto a su esposa Beinash Batool, los cuatro hijos de la pareja y el hermano de Urfan. Olga, que se oponía a que fueran criados como musulmanes, tuvo poco contacto con sus hijos durante el tiempo que vivieron en Woking.

¿Qué sucedió con Sara Sharif?

El cuerpo de Sara fue encontrado el pasado agosto de 2023 en su hogar en Woking, Surrey, tras una llamada de emergencia realizada por su propio padre desde Pakistán. Una autopsia reveló que tenía más de 70 lesiones, incluidos 25 huesos rotos, quemaduras, mordeduras humanas y daño cerebral, que, según los expertos, fueron resultado de un abuso prolongado. Este hallazgo conmocionó no solo a la comunidad local, sino también a la opinión pública internacional.

Las autoridades británicas identificaron a tres sospechosos principales: el padre de Sara, Urfan Sharif; su madrastra, Beinash Batool; y su tío, Faisal Malik. Estos individuos huyeron al extranjero tras la muerte de la menor, lo que complicó las investigaciones. Posteriormente los tres regresaron a Gran Bretaña más de un mes después de haber huido y fueron arrestados bajo sospecha de asesinato.

Urfan Sharif había hecho una llamada al 999 desde Pakistán poco después de llegar a Islamabad con su pareja, su hermano y sus cinco hijos. Admitió: «He matado a mi hija», afirmando: «No era mi intención matarla, pero la golpeé demasiado». Le dijo al operador de llamadas de la policía que sus acciones tenían la intención de castigarla, diciendo: «Soy un padre cruel».

El padre de Sara, Urfan Sharif; su madrastra, Beinash Batool; y su tío, Faisal Malik

El juicio y condena

El juicio en el Tribunal Penal Central reveló detalles horribles de abuso que incluyeron más de 70 lesiones recientes y muchas antiguas, como moretones, quemaduras, fracturas y marcas de mordiscos, y planteó preguntas sobre el fracaso de los servicios sociales y las autoridades para intervenir y protegerla. Durante el juicio, Urfan admitió haberla golpeado, pero negó la intención de matarla, mencionando que solo quería castigarla. Los padres de Sara Sharif estaban separados y el estado le había otorgado la custodia al padre.

La madre de Sara Sharif describió al padre y a la madrastra de su hija como «sádicos» y «verdugos», en una declaración leída en el juicio. Además, se mencionó que los profesores habían notado golpes en la cara de Sara y la remitieron a los servicios sociales, pero el caso fue desestimado a los pocos días y al mes siguiente la sacaron de la escuela. Se mencionó que Sara había empezado a usar hijab y ocultaba sus moretones.

El 17 de diciembre de 2024, el tribunal condenó a Urfan Sharif, su esposa Beinash Batool y su cuñado Faisal Malik por el asesinato de Sara Sharif. Urfan y Beinash fueron sentenciados a cadena perpetua, mientras que Faisal recibió una pena de 16 años de prisión. Los tres fueron hallados culpables del abuso y homicidio de la menor.

El caso de Sara ha reavivado el debate sobre la justicia punitiva versus la preventiva. Aunque algunas voces claman por la pena de muerte para quienes cometen actos tan atroces, otros abogan por enfoques sistémicos que prioricen la prevención. “Más allá de la justicia penal, necesitamos un cambio estructural que detecte y evite que los niños lleguen a este nivel de vulnerabilidad”, señala un experto en derechos humanos de la ONU.

Los servicios sociales, las instituciones escolares y la comunidad tienen un rol crucial en proteger a los menores de situaciones de riesgo. Sin embargo, casos como el de Sara muestran cómo estos sistemas pueden fallar, incluso en países con amplios recursos.

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